"………Reconocer a la realidad significa algo mas que conocerla. Exige saber ubicarse en el momento histórico que se vive, el cual es una forma de asombro que obliga a colocarse en un umbral desde el cual poder mirar, no solamente para contemplar sino también para actuar; la utopía, antes que nada, es la tensión del presente…"
Hugo Zemelman



“…como quien viaja a lomo de una yegua sombría por la ciudad camino, no preguntéis a donde. Busco acaso un encuentro que me ilumine el día, y no hallo mas que puertas que niegan lo que esconden…”

Joaquín Sabina

1 En Concepción hay inviernos más crudos que otros, a veces puede llover cuatro o cinco días seguidos, la sensación de humedad permanente a parte de enfermar a alguien, puede generar sentimientos depresivos o de encierro constante, sobre todo en las noches.
Una de esas noches de invierno, encontrándome en un bar, tenía tanto miedo de salir y mojarme que decidí que la siguiente pedida sería la jarra llena.
Afuera llovía hacia ya varios días y las calles parecían haber sido ocupadas por el Bio-Bio. Mientras pensaba en el sacrificio que significaba el tener que aguantar ahí la lluvia, llegué a la conclusión de que quienes estaban ahí, también lo que hacían era esperar el paso de la lluvia, así es que entre pacientes hombres de paso esperaba …la otra jarra.
Empezó a llamar mi atención que entre todos los ahí cobijados mi edad comparativamente hablando, era bastante menor. Así fue como tipo dos y media jarra de la madrugada (seguía lloviendo) entró un hombrecillo completamente mojado, algo anciano, algo sobreviviente de la última epidemia de tuberculosis. Se sentó a la barra no sin antes sacarse un abrigo negro estilo manta de Castilla negro, su cabello castaño algo desordenado hacía juego con lo también desordenado de sus arrugas. Un bigote y barba de chivo daban a entender que el hombre “se preocupaba” pues de no ser así tendría toda la barba o que sé yo no la tendría.


2 Con mi borracha astucia y acuciosidad acuciosamente ebria me dije - Va a pedir un vaso de tinto. A veces esas predicciones o sensaciones premonitorias salen a flote producto justamente de lo mismo, es decir de tanto flotar en tinto.
El problema surgió cuando este hombrecillo que servía para mis esotéricos experimentos, deslizó una mirada, inspeccionado la posada llena de sacrificados hombres trasnochados. Luego de la panorámica detuvo su mirada en mi persona, en ese momento mi privilegiado don me permitió darme cuenta de inmediato que él al parecer (cuando uno esta borracho no existen certidumbres) también tenía tan sorprendentes poderes. Lo que es más este recién llegado no había necesitado de la concentración cerebral que proporciona el vital elemento contenido en las jarras, ya que recién pedía su primer vaso.
Esa intranquilidad instigadora que me inundó, me llevó a inferir que este colega vendría talves de otro “refugio”, es decir, no era más que un vulgar curaguilla que osaba desvergonzadamente invadirme con su mirada. De tal modo que me dispuse a tranquilizar mi conciencia y no exigir más mi privilegiada capacidad, al menos por un rato. De esta manera fue que le quite el agrado de ser mi útil interlocutor sensorial.
Cuando el reloj indicaba que pronto acabaría la otra jarra, me sorprendió la voz del ya citado, solicitándome compartir la mesa.

3 En ese momento temí por que todos los poderes que yo tenía, tal vez no me serían lo suficientemente potentes para poder entablar conversación con alguien quien eficaz y astutamente había descubierto mi secreta identidad.
Mientras trivialmente pagaba conversando el costo de sentarse a mi lado, yo que tenía la obligación de ir siempre un paso adelante, traté de hacerme lo más rápidamente posible, un perfil de mi contertulio. Debo decir que Si yo fuera cristiano tal vez hubiese identificado en ese ahombre a jesucristo. De ser mujer habría visto quizás desgeneramiento en sus intenciones. Como niño quizás hubiese visto al viejito pascuero.
Ni lo uno ni lo otro, deje de lado cualquier elucubración y llegue a la conclusión de que yo estaba borracho y el tipo de enfrente no era mas que un simple borracho como yo. Que el local no era mas que una cantina de mala muerte, que si me hubiese ido hace tres jarras atrás, estaría en mi casa con tiempo de sobra para preparar la camisa para poder ir a trabajar al otro día y lo peor de todo, es que no me habría gastado la plata de los últimos veintiséis días que restaban para el próximo pago. Además uno para justificar su irresponsabilidad siempre ha querido reinterpretar situaciones vulgares como tomarse un vaso de vino con el único fin de no asumir la dependencia y lo insatisfecho que uno se encuentra con las cosas que vive, algo que se supone que las pololas de uno saben y se encargan permanentemente de recordárnoslo.
4 En fin como uno es aperrado decidí dejarme llevar por la alcoholizada situación para que por lo menos la caña del día siguiente no fuera tan deprimente, para eso el momento debía ser lo mas agradablemente aprovechado.
Me concentre entonces en entablar una fluida conversación con mi ocasional amigo, cuando ya había decidido que ese sería el camino a seguir, me desencanté rápidamente pues el delgado viejito empezó con la ya trillada cantinela de que le gustaba una mujer la cual no le correspondía en tan nobles sentimientos. Quizás alguien pudiera pensar que ese es el tipo de conversación ad-hoc para una noche de copas, ante lo cual debo responder que el problema radicaba en que mi interlocutor como buen curao, desvariaba, no hilaba muy bien el tema, lo que me exigía demasiado para poder opinar algo. Lo que uno como bebedor sabe es que si solamente se escucha, rápidamente el sueño lo vence, por tanto este tipo de conversaciones, a veces se transforman en una guerra por poder decir algo.. El caso es que dentro de su irregular relato, la dama que ocupaba un lugar en sus más profundos sentimientos, a ratos era una pudiente empresaria hija de vecino como se dice, pero de manera centelleante se trasformaba en una vil puta de Orompello y Bulnes.
El punto es que cuando uno anda de farra lo único que quiere es no encontrarse con un hueón que le hable de putas baratas – por lo barato del tema-
5 ni menos de gente empresaria o emprendedora, eso por lo conciente de mi conciencia de clases. Al fin el único hilo conductor de su conversación, en términos de coherencia y también de interés, radicaba en la manera en que describía la sutil belleza de su amada (sea puta o alguien de apellido católico). Él la describía como la mujer más bella del mundo, de redondos ojos negros, rodeados de una indefensa sensación de tristeza, un cabello maravillosamente oscuro, voluptuoso, incontenible, continuo y esplendoroso. Unas manos menudas capaces de acariciar al más desvalido o de fabricar el arca de Noé, de presencia armoniosamente amable y explosivamente incontrolable. Me describió cuidadosamente cada uno de sus gestos, creo decir la verdad al indicar que jamas había visto a un hombre que desviviera tanto, que se agotara tanto en la descripción de alguien, daba la sensación de que cada cosa que describía de ella, era un trozo de si mismo, que salía de su interior junto con cada palabra.
El mundo se detenía cuando este hombre tan vulgar ejercía el acto de hablar de su amada, indudablemente era la razón de su vida, él estaba ahí por causa de ella, yo estaba por que peor es mascar lauchas, él cada cosa que hacía la hacía por ella, por encontrarse con ella o por que la vería tarde o temprano de nuevo. Este ser de apariencia vulgar en un sitio vulgar, tenía lo que ninguno de los parroquianos ahí presentes, tenía lo que ningún acomodado y explotador hijo de puta: una clara
6 razón de vivir y a mi, a esa altura ya no me importaban los desvaríos en torno al origen de tan afortunada y malhechora mujer, la que al parecer no entendía los abismantes sentimientos de mi – a esa altura- poético amigo ( digo amigo abusando del tiempo y del espacio).
En definitiva él era capaz de caminar más que todo el pueblo de Israel huyendo de Egipto por ella, de mojarse todas las noches, de confundirse con un pordiosero; nada, absolutamente nada, le importaba mas que la posibilidad de estar un segundo, un –para él- eterno segundo con su amada.
Después supe entre otras cosas que él no era de la ciudad, que había venido de otro lugar, esperando el momento del encuentro soñado, recorría todos los lugares esperando que ella estuviese ahí en alguna bodega o acomodado departamento.
Sentí en ese momento la pequeñez de nuestra existencia, el cómo nos complicamos para poder llegar a casa a buena hora para la teleserie, mientras existe gente que de verdad espera algo. Nosotros creemos que las cosas que hacemos tienen un fin, pero le damos una pequeña sacudida a nuestras más fundamentales bases y no encontramos nada, conversamos, damos nuestra palabra tantas veces como desconfiamos hasta de nosotros mismos; Yo que hace tres jarras era el iluminado de la cantina, me había ido empequeñeciendo cada vez mas a medida que escuchaba, que parecía un enano sentado en una

7 silla gigante. A esa altura lo único que quería era volver a un estado de sobriedad de modo que me permitiera captar a cabalidad cada expresión de quien sentado al frente mío humildemente respiraba grandeza, su vaso permanecía intacto, no era cuestión de alcohol, y yo, contenía mis ganas de ir al baño para no perder detalles.
Finalmente a eso de las cinco de la mañana nuestra conversación (su monólogo) navegaba por los lugares más poéticos de la bohemia penquista, yo alcance la sobriedad y confirme con todos mis sentidos recuperados la grandilocuencia de tan admirado personaje (y la poca monta de mis necesidades vulgares) de pronto la lluvia cesó y mi amigo amagó la preparación de su partida, yo traté de incorporarme de una manera que no delatara la desnudez de mi siempre defendida imagen, no hice mayor aspaviento por su partida, me despedí fríamente para no dejar ver rastro alguno de impresión, es que por muy impactado que uno quede por algo, no puede andar por ahí agradeciendo a desconocidos de un barucho lo inspirador y reflexivo de sus sentencias. Eso aunque en mi interior rompiera de ganas por hacerle ver que esperaba que lograra ser correspondido alguna vez. Hubiese deseado en ese momento sacar toda mi irresponsabilidad y decirle ¡hey yo te acompaño! ¡Yo hablaré con ella y le explicaré todo!. Sinceramente creo tener una minúscula parte dentro de mí que arañaba y pateaba por hacerlo, quizás todos tengamos en algún rincón ese germen.
8 Pero, en fin cabía la posibilidad aún que ese viejo me estuviera mintiendo y cuando se fuera me pidiera una moneda para la micro, eso sucede siempre, alguien va te cuenta una historia super adornada, te sacude un poco y te pide una luquita para poder pasar el día siguiente. Así es que permanecí en mi asiento me despedí caballerosamente de tan noble caballero, con la distancia que la caballerosidad garantiza:
-Que le vaya bien pues caballero.
Dije estrechando su mano. El viejo me miró entre extrañado y feliz, tenía una indescriptible expresión de satisfacción y duda:
-¿caballero?
Dijo como preguntando y confirmando a la vez.
- Hasta pronto buen hombre
Me respondió y dio la vuelta. ¡¿Buen hombre?! Pensé, fue entonces que yo quedé con la misma sensación que él cuando dijo ¿caballero? . No sé, yo pensaba a pesar de todos mis temores, que este Hombre con mayúscula, me hubiese dicho buen hombre era simplemente desconcertante. Lo habría hecho como sarcasmo tal vez. O quizás alcanzó a ver que en alguna parte de mi vulgar vida habitaba alguna luz de humanidad en el estricto sentido de la palabra. En fin, creo que de no ser así, me lo propuse como tarea al menos para el día siguiente sobre todo considerando que sería durísimo. El hombre camino hacia la puerta, agradeció al decadente y vulgar sujeto detrás de la barra, abrió la puerta y salió. Entonces traté de reponerme de

9 tan inspiradora experiencia, miré a mi alrededor, los parroquianos seguían conversando como intactos. Nadie había reparado en nuestra mesa y en la entrañable historia que ahí se había vertido. Sentí una especie de rabia por los ahí presentes, quise irme pero decidí esperar un rato más a que pasara alguna micro, me paré y tuve la incontrolable necesidad de mirar por última vez a aquel viejo recién retirado del lugar, quería mirar su cara una vez mas antes de enfrentar el nuevo escenario que se presentaba, mientras la lluvia parecía bombardear haciéndose presente nuevamente, disimuladamente caminé hacia la puerta, la abrí y me asomé sin salir, intentando buscar con mi mirada a aquel hombre que al parecer ya no estaba. Cuando estaba a punto de desistir sentí un ruido, aguarde y divisé su silueta. Si era él, aunque la oscuridad de la noche solo permitía ver su entorno y escuchar el dialogo que mantenía con otra persona, el viejo conversaba con un hombre que al parecer lo conocía.

- Vamos es hora de irnos, ella no está aquí. Dijo el viejo
- Mi señor ¿dónde iremos? ¿Cuándo pararemos de vivir esta vida de gitanos?
- No lo sé, ella no está aquí, la buscaremos en otro lugar, antes que algún gigante le haga daño.
- Que no son gigantes mi señor, son molinos, ¡molinos!.
10



Concepciòn, primavera2001



Joel Díaz Acevedo

0 comentarios: